donde pinté tu imagen a mi gusto,
porque era triste y además injusto
que no estuviéramos los dos inmersos
en el amor. Así mis universos
eliminaban todo gesto adusto.
Se acaba el miedo, se termina el susto
y no tenemos que vivir dispersos.
Por eso cuando regresé de Egipto
seguí soñando que era el dios Osiris
y que eras Isis tú, mi bella diosa;
y que en el tronco aquel del Eucalipto
al esplendor de un mágico arco-iris
yo te pintaba de color de rosa.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC